jueves, 24 de febrero de 2011

Ernst Toller y Kurt Eisner en la revolución de Múnich

     Como hace poco se cumplió otro aniversario (el asesinato del señor Kurt Eisner, el 21 de febrero de 1919) del principio de la caída de la revolución más extraña y menos violenta de la historia de las revoluciones, me gustaría presentar a dos excepcionales personajes (literarios y políticos) y su papel en aquellos meses: Kurt Eisner y Ernst Toller.

Quizás todos o muchos conocen esta revolución que tuvo lugar después de la Primera Guerra Mundial a lo largo y ancho de toda Alemania. También nombres como el que fuera la cabeza visible, dirigente y posterior traidor Friedrich Ebert, o el mismo que la proclamó desde el parlamento berlinés Philipp Scheidmann, el que entrenó y reorganizó a los Freikorps para proceder a  la contra-revolución, Gustav Noske, o los mártires Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, los únicos que sabían qué es lo que realmente ocurría y el doble juego que hacían estos socialistas conservadores líderes de la revolución socialista y más tarde líderes de la contra-revolución conservadora
      Una revolución que comenzó en Kiel un 30 de octubre de 1918, que culminó el 9 de noviembre con su proclamación mientras Ebert, montado en cólera, intentaba terminarse una sopa. Y una república que murió a golpe de metralleta por (en su mayoría) Freikorps dirigidos por los mismos que 5 meses antes la proclamaban en Berlín.

La revolución de Kurt Eisner
                                          „Bayern ist fortan ein Freistaat“ (“Desde ahora, Baviera es un estado libre”)
      En Baviera las cosas fueron ciertamente diferentes que en el resto de Alemania. Allí hubo una cabeza – no solo visible – que quiso realmente cambiar el sistema y que tenía unos objetivos claros y definidos para cambiar realmente las cosas. Eisner fue aquel líder que hizo la revolución en Múnich y la consiguió incluso dos días antes que en el resto del país. Eisner era judío, literato - se había hecho un nombre como crítico de teatro y era redactor de la revista “Vorwärts” –, de izquierdas y bohemio. Marchó a Baviera a hacer la revolución con las peores cartas que se pueden tener para ser respetado – no digamos para tener éxito – en el que era, y es, uno de los “Länder” más conservadores de toda Alemania.

Aunque no era un gran político, sí un hombre con una gran fuerza imaginativa y gran carisma (carisma y simpatía que se había ganado en las manifestaciones durante la guerra) las cuales fueron las armas que lo llevaron a proclamar con éxito la República de Baviera el 7 de noviembre en Múnich, después de una manifestación que estaba controlada por fuerzas del gobierno y que no pudieron hacer nada para evitar la pacífica revolución.

      Él mismo llevó ese día al pueblo manifestante a la adhesión con las fuerzas armadas, entraron en el Parlamento sin oposición alguna, se hicieron los primeros consejos de soldados y obreros, y se proclamó la República, en la que él mismo fue nombrado presidente. Anunció una posterior convocatoria de la Asamblea Nacional para determinar más claramente la estructura del nuevo sistema y hacer elecciones. Mientras tanto quería gobernar mediante los consejos – donde se incluían también los consejos de campesinos, algo inédito en el resto de la revolución en Alemania –  y recomenzar el diálogo con los Estados Unidos. Su nuevo gobierno era una mezcla llena de imaginación que se componía en gran parte de filósofos anarquistas como Gustav Landauer o de periodistas y escritores de izquierdas como Erich Mühsam y Ernst Toller, lo cual ya decía mucho del nuevo orden que pretendía, cediéndole a las ciencias humanas una parte muy importante en la política Una política que sí quería cambiar el sistema, y además sin derramar ni una gota de sangre. Al contrario de Ebert, que proseguía con las mismas ideas desde el comienzo de la guerra, que no eran otras que conservar la monarquía y el antiguo régimen, para lo cual estuvo dispuesto a llegar a todo.
     Finalmente llegó la ansiada Asamblea Nacional y el USPD dirigido por Eisner perdió las elecciones a favor del  Partido Popular Bávaro, dirigido por la burguesía. Y aunque aquello era ciertamente una derrota, no era de gran importancia para él, pues los consejos ya estaban creados y tenían poder en el parlamento. Además en caso de que se intentasen abolir, se podría hacer una segunda revolución con el apoyo de la clase trabajadora y los soldados fieles a él.
      Sin embargo, nunca se sabrá si la revolución pudo haber triunfado con Kurt Eisner: fue asesinado el 21 de febrero de 1919, día en el que entraba en funciones el parlamento del Estado de Baviera. Su entierro fue el más visitado de la historia de Múnich, hasta los campesinos llegaban desde lejos, con sus “Lederhosen” para dar el último adiós a aquel bohemio berlinés que tanto los había tenido en consideración.

Su muerte significó el principio del fin en la República, pues lo que ocurrió a continuación tuvo poco que ver con su ideología e intervenciones. A continuación el gobierno quedó prácticamente incompetente, y no sólo por su desaparición, si no porque ésta provocó el atentado que sufrió Auer (su rival en el Parlamento) y que lo dejó fuera del campo político, y porque otros dos dirigentes del gobierno escaparon por miedo a represalias contra ellos.
      En las siguientes semanas llegó la completa desorganización: se formó un contra-gobierno dirigido por Hoffmann que poco después instaló su sede en Bamberg, la contra-revolución ya había llegado a Múnich, estalló la guerra civil y el KPD, dirigido por Leviné, hizo un golpe de estado dentro de la misma revolución dos semanas antes de la definitiva derrota a manos de los Freikorps, entre los días 1 y 3 de mayo, que dejaron miles de muertos, heridos y detenidos.

La revolución de Ernst Toller

     Ernst Toller no estuvo en Berlín el día de la proclamación de la República Alemana el 9 de noviembre de 1918, tampoco estuvo en Múnich con Kurt Eisner el 7 del mismo mes, ni el 21 de febrero de 1919, día del asesinato del mismo Eisner. Sin embargo su aportación a la revolución y a la República de Consejos de Múnich fue más que remarcable, tanto que sin él, la historia hubiera sido ciertamente diferente. Pero su revolución comienza mucho antes de la muerte de Eisner y de la República: el punto de partida es durante la Primera Guerra Mundial.
      Al comenzar la guerra se inscribió como voluntario en el frente francés en el que participó en las batallas más sangrientas de forma activa, como el mismo narra en su autobiografía Eine Jugend in Deutschland (Una juventud en Alemania): en Pont à Mousson, Priesterwald y en Verdun, y por sus actuaciones en ellas recibió el título de suboficial y la condecoración de la Cruz de Hierro, algo que se otorgaba en muy pocas ocasiones y sólo por acciones militarmente heroicas en el campo de batalla. Su participación en la guerra de las trincheras terminó por enfermedades psicológicas que pudieron ser causadas por las dificultades de integración por su origen judío. Tras su salida del hospital se trasladó a Múnich, en donde se matriculó en los estudios de derecho y filosofía, y retomó las actividades literarias que ya había comenzado en su adolescencia, y que le llevaron a conocer personajes como el editor Eugen Friedrich, Thomas Mann o el filósofo y sociólogo Max Weber, al cual siguió hasta Heidelberg para continuar asistiendo a sus lecciones. Bajo las influencias de estos intelectuales, el futuro dramaturgo cambió su perspectiva respecto a la guerra y la violencia llegando al polo contrario, al reconocerse en estos momentos como un absoluto pacifista, hasta el punto de intervenir años después en la justicia, para salvar de la pena de muerte al Conde Arco-Valley, el asesino de su amigo y maestro Kurt Eisner.
Los siguientes pasos de Toller fueron de forma activa fundando la asociación pacifista Kulturpolitischer Bund der Jugend in Deutschland en Heidelberg muy influenciada por las ideas anarquistas del sociólogo y filósofo Gustav Landauer. Ideas que más tarde Toller reconocerá de la siguiente forma: “Der Künstler muß als Künstler Anarchist sein, und als soziales Mitglied, als ein auf die Befriedigung der Lebensnotdurft angewiesener Bürger Sozialist” (“El artista debe ser anarquista como artista, y como miembro social, es decir como ciudadano que depende del cumplimiento de sus necesidades vitales, socialista”). La influencia del socialismo es evidentemente del admirado Eisner.
     El primer encuentro entre el dramaturgo y Eisner fue en una estancia en Berlín. Quedó fascinado por él y fue la persona que más influyó en los años revolucionarios del autor. Lo siguió a Múnich atraído por sus planes políticos y allí tuvo lugar la primera intervención que hicieron juntos, al participar en la huelga el 27 de enero de 1918, una huelga en la que Toller repartió escenas pertenecientes a su primer drama Die Wandlung (La transformación), en las que se manifestaba en contra de la guerra, los patriotismos e incluso denunciaba el creciente antisemitismo de los militares. La huelga (huelga en la producción de munición) que se prolonga cuatro días, acaba con la detención de Toller y de Eisner. Toller irá a la prisión militar y después a un manicomio – motivado por gestiones de su madre -, hasta septiembre de 1918.
      Aunque ya estaba fuera de prisión en el momento de la formación del gobierno parlamentario en Baviera, no pudo ser partícipe de su formación a causa de una gripe que lo retuvo en Landsberg, y no será sino hasta mitades del mismo mes, cuando el futuro autor de dramas expresionistas llegue a formar parte del gobierno creado por Eisner, siendo nombrado segundo presidente del consejo ejecutivo de la República de Baviera.
      Su entusiasmo por la llegada del “nuevo hombre” y por una nueva sociedad aumentaba a medida que la formación de la República de Consejos iba avanzando, y a medida que se iban desenmascarando sus carencias en el mundo de la política, llenas de contradicciones provenientes de sus discursos y sus acciones, como también inexactitudes a la hora de definir su ideología política como lo era el socialismo, según Klaus Bebendorf,  en su trabajo sobre el autor, nunca supo decir bien que significaba este término para él. Muy en concordancia con las opiniones de sus contemporáneos como Max Weber o como Ernst Niekisch que afirmaban que sus acciones políticas carecían de estrategia alguna.
      Fue a partir de febrero, después del asesinato de Eisner – momento en el que se encontraba en Berna – donde su participación política derivará a acciones cada vez más alejadas de la posición pacifista a la que le había “jurado pleitesía”, llegando a tal punto que prestará ayuda en abril del 1919 al nuevo y violento gobierno comunista de Leviné - ejerciendo como comandante - y ganando una de las batallas más importantes del ejército rojo en la revolución de Baviera, en Dachau. Más tarde se perderá la Republica, será detenido, juzgado y condenado a 5 años de cárcel por su participación en el gobierno revolucionario. En sus años en la cárcel terminará su drama Die Wandlung y escribirá otros 4 más: Masse Mensch, Die Maschinenstürmer, Hinkerman y Der entfesselte Wotan, además de ciclos de poesía entre los que destaca Das Schwalbenbuch, y las cartas desde prisión que más tarde serían publicadas.
     Quizás por suerte o quizás no, sus actividades políticas pasaron a segundo plano después de la detención y el encarcelamiento. Eso nunca lo sabremos. Lo que si sabemos es el legado de dramas que nacieron a raíz de la experiencia revolucionaria de aquel político pacifista exaltado, aquel que no se unió a ningún partido, aquel que se puso con 25 años al frente de aquella república. Y también sabemos, que por suerte, no fue condenado a muerte, ni asesinado como muchos otros de sus compañeros de revolución o como el gran líder Eisner, al cual, junto a Toller, queremos rendirles homenaje desde aquí.

1 comentario:

  1. No conocía esta revolución. Interesante el artículo.

    Lo que no me explico es cómo compaginas esto con la Magisterarbeit. Eres un crac.

    El canario

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