Como muchos otros compañeros de penurias literarias universitarias, he llegado al fin o a uno de los fines de alguno de los principios (o precipicios) de una etapa académica. Ciertamente cuando ahora me preguntan si servimos para algo, mi respuesta, y de la mayoría de los consabidos ex-estudiantes, es no. Pero cuando me o nos preguntan qué vamos a hacer de aquí en adelante, la respuesta es una risa tonta menos sincera que el “no” anterior y muchísimo más reveladora, porque es así: ¿qué vamos a hacer?
Puesto que no quiero que se nos confunda con tontos (lo cual puede convertirse en una ardua o “arduaísima” tarea), vamos a sustituir la risa tonta por la nerviosa, ya que no es la tontería en sí lo que nos hace reírnos al nivel del patetismo, sino la incertidumbre de nuestro futuro más inmediato. A algunos se les ocurre que después del tremendo esfuerzo de, durante cada año, leer unos 20 libros, escribir 20 páginas para un trabajo y preparar unas 3 presentaciones delante de unas 20 personas, sumado al del trabajo final y sus exámenes finales, ha llegado el momento de tomarse unas grandes vacaciones y hacer el viaje de su vida, a otros se les ocurre que ha llegado la hora de comenzar a trabajar en algo (a veces en lo que sea) para conocer el horrible mundo laboral que les espera a los absolventes en letras, y a otros, los que quizás hayan sufrido un desgaste más dañino y hayan visto reducido en gran parte su antigua gran legión de neuronas, se les ocurre que lo mejor es hacer carrera académica. En caso de escuchar tal afirmación, la risa no es nerviosa (o tonta), sino más bien explosiva, con millones de soniditos perfectamente colocados artísticamente en el aire que denotan sarcasmo, ironía y burla al mismo tiempo. Nada más lejos de la realidad más real; yo mismo me acabo de reír así.
Y es que aun siendo lo más lógico, porque ha sido lo único que hemos aprendido a hacer (o sea, a leer 20 libritos por año, escribir y hacer presentaciones delante de 20 personas), es al mismo tiempo lo más absurdo. Porque esto tan valioso que queremos, solo lo podemos seguir haciendo de las siguientes formas: la primera y la mejor es con una beca para tres o cuatro años en la que nos pagan los gastos para para que sigamos leyendo los libros, escribiendo, haciendo las presentaciones delante de las 20 personas y hasta clases. La segunda, y ya no tan buena, es sin la beca y trabajando al mismo tiempo en el horrible mundo laboral que les espera a los “letrados”, para poder seguir leyendo libritos, escribiendo y haciendo presentaciones, sin pasar mucha hambre, pero muy posiblemente sin dar clases. La tercera, y posiblemente la peor, es leer los libros, escribir y hacer las presentaciones delante de un espejo en tu casa (si es que tienes una) porque ya ni siquiera vives en la misma ciudad en la que está tu universidad. De las clases olvídate, por favor.
Así pues, parece ser que los “letrados” que queremos seguir siendo “letrados”, estamos destinados o “destinadísimos” a ser el arquetipo perfecto del polo opuesto del ciudadano perfecto al que nos tiene acostumbrados la bendita televisión: vamos a ser pobres residentes en buhardillas, frecuentadores de coloquios trimestrales, de las oficinas del paro y de restaurantes y bares de mala muerte (en el 75% de los casos para trabajar). Unos freaks hartos de escuchar las ya comentadas risas explosivas-burlonas-melancólicas cada vez que expliquemos nuestros (quizás aún) maravillosos proyectos, comprensibles solo desde el punto de vista del absurdo. Porque hasta en el mejor de los casos, amigos, nos movemos en el subgénero del absurdo.
Y sin embargo (y muy posiblemente también con él) el futuro que se avecina no es tan trágico porque también tiene su parte divertida, divertidísima, y no solo por las risas, sean del talante que sean, sino también las vacaciones inexistentes, y las cartas del propietario de tu buhardilla (si es que tienes, repito) pidiéndote que le pagues ya el alquiler. Alegría pura para nuestras lecturas, escritos, presentaciones y en especial para los chistes (chistes con alegría) que van a ejemplificar casi al completo cualquier teoría existente sobre el humor, y que va a hacer de nuestra absurda vida, una absurda vida divertida a más no poder. Sobre todo y especialmente, y muy especialmente, remarco, para los “ideadores” de empleo explotador. Ellos serán los grandes beneficiados de nuestra imprudencia incesante de querer seguir siendo “letrados” a cualquier precio. Ya veréis cuán divertidísimo será.
Y hasta aquí hemos llegado. Dejo por hoy mis divertidos pensamientos optimistas, para seguramente continuarlos con más optimismo (si es que cabe) algún día de algún mes, y me voy de vacaciones antes de que el día de mañana me quede sin ellas. Para más información acerca de las andanzas de un doctorando en letras, o de un Magister Artium en el mundo laboral, tecleen por favor www.alquilinosdebuhardillas.com o www.telepizzaempleo.es. No saldrá nada pero, al fin y al cabo, es lo mismo.
P.D.: Quizás esto tenga poco o nada que ver pero, por si acaso hubiera o hubiese quedado algún destello de optimismo en estas líneas, advierto a los letrados o a los que les guste leer, que si por casualidad le contestas a un policía de la Guardia Urbana de Barcelona que consumes literatura mientras te bebes una cerveza, te pone un multa y te dice que esas son las multas que más le divierten. Y yo me repito que, de verdad de la buena, esto va a ser divertidísimo.
Amén. Aunque a pesar de todo a tí te quede optimismo (comparado conmigo). Besos,
ResponderEliminarY.
Y aún así, escogiste lo que te gusta, para profesar lo que te gusta y prescindir de lo que te gusta. Escogiste los encantos de la vida aca(n)démica. ¡Aúpa! Aullemos juntos.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta aportación silogista, de hecho, yo estudié letras y cansado de no poder pagar el alquiler de mi, más bien cuarto trastero, me metí a policía, al verme sin recursos ni aportaciones como ciudadano modelo que usted menciona burlescamente líneas mas arriba, así y parafraseando su último parágrafo, la letra entra con sangre.
ResponderEliminarUn saludo