martes, 7 de diciembre de 2010

Un fascista, ningún Pirandello y cien mil revolucionarios


(escrito algún día de algún mes de 2010)
     Si hoy en día me preguntaran cómo debo describir a Luigi Pirandello, la persona, en relación con su obra, la escrita, lo primero que me pasa por la mente es, por un lado el telegrama que muchos hemos leído, en el que pide personalmente al Duce la adhesión al partido fascista, llena de respeto, de cortesía y de sumisión, y por otro, su obra (que también casi todos hemos leído), su literatura irrespetuosa, rica como pocas en experimentos, personajes y situaciones inclasificables, una literatura innovadora y tan atrevida en su multiplicidad de voces y temáticas que nadie que estuviera en su juicio, podría ver en ella una personalidad conservadora. La obra de Pirandello es revolucionaria, como bien dice Arcangelo Leone de Castris en Storia de Pirandello. Pero como bien dice Luigi Pirandello, él se considera digno de pertenecer al Partito Nazionale Fascista. Entonces, ¿estamos ante el escritor que escribió todo lo que tenía de fascista en el telegrama que envió a Mussolini? O, ¿ante el fascista que escribió cientos de miles de textos de literatura revolucionaria que enviaba a sus editores? O, ¿ante un prolífico escritor de textos revolucionarios, una persona fascista y un Pirandello inexistente?
     Dicho de un modo más pirandelliano habría que hablar de „Un fascista, ningún Pirandello y cien mil revolucionarios“.
     Nació en Caos, en las afueras de Agrigento,  en 1867, hijo de familia burguesa, inicia sus estudios en letras en la universidad de Palermo y más tarde en Roma, estudiará durante casi dos años en Bonn, escribirá una tesina sobre el dialecto de su región natal y volverá a Italia,  donde comenzará sus primeras andaduras literarias en narrativa, gracias a la motivación que le inculca su mentor Luigi Capuana. Alcanzará su primer éxito con su revolucionario Il fu Matia Pascal, novela que escribe mientras ve a su mujer sumida en una enfermedad neurótica.  En este momento comenzará su carrera imparable hacía la innovación de las letras italianas, la cual solo se detendrá con su prematura muerte en 1936.
     Si en Il fu Mattia Pascal revoluciona la narrativa italiana „matando“ dos veces a su protagonista y dándole hasta tres identidades, la revolución de Uno, nessuno, centomilla no se quedará atrás y pone en práctica sus teorías sobre el relativismo de la realidad, donde somos uno, como nos presentamos, no somos nadie porque cambiamos constantemente y somos cien mil, las diferentes formas de cómo la gente nos ve. Un texto que se apoya en sus propias teorías y en las de investigaciones de la época como las de los franceses Alfred Binet y Henri Bergson y que se contrapone a las ciencias positivistas, al Darwinismo y al Naturalismo. Además, escribe de forma innovadora respecto a sus maestros: Capuana, Verga y el movimiento Naturalista. Y los deja atrás. Muy atrás. Incluso se diferenciará de otros escritores porque narran palabras y porque otros que narran ideas. Estos últimos, además, serán los mejores, y serán los más revolucionarios, literariamente hablando.
     A esta revolución le seguirán otras cientos de ellas con su proyecto de Novelle per un anno, con el cual pretendía escribir una „novella“ para cada día del año y que finalmente quedó inacabado. No obstante, la variedad de relatos que nos ofrece con situaciones tan disparatadas y diversas es considerable: perder un juicio para ganar un oficio (La patente), colocar los cerdos a un nivel por encima de la burguesía (Il signore della nave), culpar a la mujer del amante de la mujer del acusado para explicar el asesinato de esta última (La verità), cambiarle el hijo recién nacido a un mujer (Il figlio cambiato) o darle la „vida“ a un personaje mediante la contemplación de la luna (Ciaula scopre la luna), son algunos de los interminables ejemplos que se pueden extraer de sus cuentos.
     Pero las revoluciones no terminan con los relatos, las representaciones teatrales tampoco le irán a la zaga, es más, multiplicará  todo el éxito anterior hasta conseguir el Nobel en 1934. Llevará sus cuentos a las tablas y hará hasta que los personajes de sus obras busquen a su autor. Las representaciones causarán furor, repulsa y amor,  y más de una vez tendrá problemas porque sus revolucionarios textos no serán del agrado de la censura fascista. Sin embargo, como miembro del partido, podrá seguir representando su obra, escribiendo y publicando.
     Por no hablar de su revolucionario ensayo sobre el humor que dará una visión más amplia sobre este complicado tema, colocándose entre los grandes ensayistas del humorismo como Freud, Baudelaire o Bergson, gracias a su teoría del addvertimento del contrario y el sentimento del contrario, ejemplificado con obras maestras de la literatura italiana como I promessi sposi de Alessandro Manzoni, y por supuesto, a lo largo y ancho de sus cuentos, novelas y piezas teatrales.
     Su obra defendió la diversidad de voces, las clases sociales más bajas, los más desfavorecidos, criticó a las clases altas y quiso ver toda situación desde el mayor número de puntos de vista posibles, defendió a los „asesinos“ y atacó a los „justos“. Criticó las ciencias por ofrecer un campo de conocimiento estrecho y monolítico y relativizó personas y la vida, horizontal y verticalmente. Aplicó su teoría del humor en sus textos, sobre todo cuando se refería a  la burgesía. En Il fu Mattia Pascal mata la identidad de una persona, Uno, nessuno, centomila crea infinitas, los personajes buscan a su autor, Ciaula llora al ver la luna, los cerdos son inteligentes en Il signore della nave, en La patente se quiere perder un juicio para ganar algo en la vida, La verità hace que el sistema judicial caiga por el peso que le impone la narración. Ninguna de ellas nos deja apáticos. Y así, podríamos seguir con en el sin fin de sus obras, quizás hasta cien mil.
     „Cien mil“ textos atestiguan „cien mil“ revolucionarios. Un telegrama a un fascista: Eccellenza, sento che questo è per me il momento più proprio di dichiarare una fede nutrita e servita sempre in silenzio. Se l'E.V. mi stima degno di entrare nel Partito Nazionale Fascista., pregierò come massimo onore tenermi il posto del più utile e obbediente gregario. Con devozione intera. No diré nada en contra. Pero, ¿quién es Pirandello para decir esto?

1 comentario:

  1. Respecto de la paradoja entre, por un lado la obra revolucionaria de Pirandello y por otro su congratulación con el fascismo, anotar q no es el único escritor en q se da una paradoja semejante podríamos citar, por ejemplo, un escritor actual y reconocido como es V.S. Naipaul, nacido en Argentina (patria de la q reniega) y de nacionalidad Británica descrito por críticos como Alberto Mandel de ser un escritor de una verosimilitud apabullante y por otro lado: ”Creemos fielmente en este Naipaul, autor de Una casa para el señor Biswas y de El enigma de la llegada, de En un Estado libre y Un recodo en el río. Creemos y desesperamos. El responsable de estas obras espléndidas es un misántropo insoportable, misógino y amargo, engreído, caprichoso y mezquino”. A raíz de su biografía escrita por Patrick French en la Naipaul a diferencia, quizás de otros o de Pirandello, además reconoce abiertamente, y sin ningún tipo de pudor, ser un racista y creerse superior, “¿Usted nació en Trinidad?", le preguntó un periodista en 1983. "Nací allí, sí", contestó Naipaul, "pero creo que fue un gran error". "Haz constar que soy un graduado de Oxford", le dijo a French al aceptar la colaboración, "no un negro que ha ido a Londres a hacer el gilipollas".
    Nada más hacer la observación; de q actualmente y por supuesto a lo largo de la historia hay y ha habido disfunciones bastante notables entre la magnitud de sus obras y el empobrecimiento de sus personas, por tanto podría ser Pirandello únicamente un caso más de disfunción, en cuyo caso tambien cabría la cuestión: ¿cómo pueden convivir o coexistir estas diferencias abismales entre notoriedad y mediocridad en el mismo individuo?. La respuesta, supongo, la tendrán entre sociólogos, psicólogos y/o filósofos.
    Añadir para concluir, q no defiriéndome únicamente a este ámbito, y por si no existiere tal respuesta, coincido con quien fuera q afirmó (antes q yo) q: “la paradoja es necesaria”.
    Esther.

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