martes, 7 de diciembre de 2010

Roberto Bolaño y su torre de Babel

(artículo ficticio de un ficticio1998)

     Cada vez resulta más y más extraño encontrar escritores que construyan una obra con una reconocida calidad literaria y que por otra parte cumplan la función imprescindible que ésta debe tener, que es, por suerte o por desgracia, la de ser leída. Además tiene que ser leída por lectores tan diferentes en sus gustos y exigencias que se podría decir que también hablan idiomas diferentes. Yendo más lejos: construir una obra así es prácticamente como construir una torre de Babel y para esto se requiere, por muy descabellado que suene, que el escritor sea un gran políglota. Un escritor aparte de hablar su propia lengua, tiene que hablar el idioma del lector, el del editor, el del crítico literario y evidentemente el del público más culto y del que no lo es tanto. Tiene que hablar los idiomas de sus colegas literatos y por qué no, también debería  hablar el idioma de los universitarios en el que también van incluidos los profesores. Para ser más completos, también tiene que hablar el idioma de los adolescentes, y todo esto, repito, sin olvidar el suyo propio.

     Llegados a este punto creo que no hace falta decir que desde hace un tiempo llevo leyendo y releyendo a uno de estos eruditos escritores y no sin gusto me gustaría presentarlo a los que todavía no les ha hablado en ningún idioma: Roberto Bolaño. Nacido en Chile en 1953  y residente en Blanes desde hace más de 20 años, se yergue en el panorama literario actual como un políglota sin apelativos. Ha publicado recientemente su  último libro en Anagrama “Los detectives salvajes”, la misma editorial que lo dio a conocer con la novela « Estrella distante » en 1996 y con los 14 cuentos de “Llamadas telefónicas » en 1997. Tres libros en Anagrama (antes ya había publicado con escaso éxito una novela Seix Barral y Acantilado respectivamente) son un pequeño bagaje para estar hablando de un escritor que potencialmente llega al público más y al menos refinado, pero también sólo tres libros que han sido suficientes para que Bolaño haya llegado a hablar a tantos lectores.

     El primero de ellos, « Estrella distante », quiso hablar  la lengua de la crítica especializada, la cual lo alabó sin tapujos y lo clasificó de pequeña obra maestra. Su argumento – la búsqueda tras un criminal que escribía versos en latín en el cielo con un avión - está al nivel de su capacidad narradora. Valgan como ejemplo las palabras de Luis Alonso Girgado en Diario Córdoba: “Bolaño exhibe no sólo una poderosa y original capacidad imaginativa, sino una inusual fuerza narrativa y una persuasiva forma de encajar la vida literaria”.   O las de María Bermúdez en Clarín: “Audaz escritura, un sorprendente efecto de distanciamiento y frialdad al narrar el infierno atroz al que nos lleva ese poeta-aviador maestro del horror”.  O las de un crítico como Joaquín Marco: “ha formulado una historia en la que vida y literatura se confunden dramáticamente; donde la estética del mal se encarna en personajes que simbolizan una historia real  que escapa a los límites de un Chile captado como tragedia”. Así como la aparición de la primera de las innumerables reseñas que ya le ha escrito el renombrado crítico de El País, Ignacio Echeverría.
Dominar esta lengua fue un buen comienzo, aunque no sea altamente productivo económicamente, ya que hasta el día de hoy no se han vendido ni 2000 copias.

    Un año más tarde y ya controlando perfectamente el idioma de su editor Jorge Herralde, Bolaño nos obsequia de nuevo con un gran libro de 14  cuentos en el cual su poligloto-manía hace que pueda envolver incluso al lector menos dotado lingüísticamente. En su cuento «Sensini» nos describe  las peripecias y penurias por las que tienen que pasar los escritores para sobrevivir, llegando a la situación de intentar ganarse la vida ganando concursos literarios y en el que Bolaño conversa a su vez con el mismo y con sus colegas literatos. En otro de ellos, “Una aventura literaria“, deja claro que conoce también el idioma de los amantes de la literatura (posiblemente también políglotas) introduciéndonos en el tema del doble al más puro estilo de Borges. Hasta en su variedad temática y narrativa llega penetrar en el mundo del porno en “Joanna Silvestri” donde nos explica la triste relación de ella con un ex–compañero de rodaje supuestamente enfermo.

     Si ya Bolaño dejaba claras sus intenciones de construir su torre de Babel con estos dos libros - o si prefieren una obra total -  bien es cierto que le faltaba consolidarse como el escritor políglota al que me refiero. Igual que como en su tiempo lo pudieran hacer escritores de la talla de Dickens, cuyos escritos no sólo van a perdurar como catedrales en la historia de la literatura sino que también podía hacer de su escritura un oficio, o como más recientemente el austríaco Thomas Bernhard, objeto de meticulosos estudios universitarios y que casi se le publicaba tan rápido como se le traducía, también le faltaba a Bolaño su recién publicado “Los detectives salvajes”. Una historia que gira en torno a Arturo Belano (Alter Ego de Roberto Bolaño) y Ulises Lima (representando a Mario Santiago Papasquiaro), dos jóvenes poetas mexicanos que junto con una prostituta y otro poeta se lanzan por los desiertos de Sonora a la búsqueda de la desaparecida Cesárea Tinajero, fundadora del grupo literario realvisceralistas, mientras que a la vez el proxeneta de la prostituta los persigue para arrebatársela. En medio de esta historia (el libro está dividido en tres partes) aparecen 54 relatos en los que se hace una referencia total o parcial a los dos personajes principales. 54 relatos en los cuales lo pintoresco, lo humorístico y lo esperpéntico se mezclan para que el lector vea 54 diferentes Belanos y Limas. Escritores fracasados, un editor perseguido por pistoleros a sueldo, un padre de famlia encerrado en un manicomio mexicano, Belano y Lima como vendedores de droga, como detectives, como poetas y como viajeros. Historias tan diversas, grotescas y dispares como Arturo Belano retando a un duelo con espadas a un crítico literario - que bien podría ser Echevarría - mientras su novia lo observa desde dentro de un coche, situaciones como pasar la Nochevieja encerrados en la casa de unos amigos con una prostituta, mientras son acechados desde fuera por el proxeneta de ella o como la de  Ulises Lima siendo expulsado de Austria junto con un nazi de nombre Heimito.
    
     Con la variedad argumental en sus historias, con la originalidad estructural y su fuerte sentido del humor, no es de extrañar que Bolaño se acerque a una gran variedad de lectores y que a estas alturas se le pueda calificar de lo que hoy estoy llamando políglota. Bolaño habla con todos. “Los detectives salvajes” hablan con todos. Con los lectores que solamente quieran seguir un argumento pueden leerlo desechando la segunda parte de la novela, con los lectores que pretendan encontrar una filosofía detrás de su literatura pueden relativizar el mundo con las distintas concepciones de sus personajes, incluso con los lectores que quieran hacer de su literatura un objeto de análisis pueden indagar en sus complejas estructuras.
    
     No sé si Bolaño continuará siendo políglota, si seguirá combinando su originalidad, fantasía y estética narrativa y la vez deleitar a toda clase de públicos o si aprenderá más idiomas que le ayuden a crear una obra redonda. Pero sí que se puede decir que con las lenguas que ya domina se une a los que ya desafiaron a Yavé para levantar su torre hasta el cielo. Ya no parece tan utópica. Yo, por el momento, le ayudo a construirla.

Un fascista, ningún Pirandello y cien mil revolucionarios


(escrito algún día de algún mes de 2010)
     Si hoy en día me preguntaran cómo debo describir a Luigi Pirandello, la persona, en relación con su obra, la escrita, lo primero que me pasa por la mente es, por un lado el telegrama que muchos hemos leído, en el que pide personalmente al Duce la adhesión al partido fascista, llena de respeto, de cortesía y de sumisión, y por otro, su obra (que también casi todos hemos leído), su literatura irrespetuosa, rica como pocas en experimentos, personajes y situaciones inclasificables, una literatura innovadora y tan atrevida en su multiplicidad de voces y temáticas que nadie que estuviera en su juicio, podría ver en ella una personalidad conservadora. La obra de Pirandello es revolucionaria, como bien dice Arcangelo Leone de Castris en Storia de Pirandello. Pero como bien dice Luigi Pirandello, él se considera digno de pertenecer al Partito Nazionale Fascista. Entonces, ¿estamos ante el escritor que escribió todo lo que tenía de fascista en el telegrama que envió a Mussolini? O, ¿ante el fascista que escribió cientos de miles de textos de literatura revolucionaria que enviaba a sus editores? O, ¿ante un prolífico escritor de textos revolucionarios, una persona fascista y un Pirandello inexistente?
     Dicho de un modo más pirandelliano habría que hablar de „Un fascista, ningún Pirandello y cien mil revolucionarios“.
     Nació en Caos, en las afueras de Agrigento,  en 1867, hijo de familia burguesa, inicia sus estudios en letras en la universidad de Palermo y más tarde en Roma, estudiará durante casi dos años en Bonn, escribirá una tesina sobre el dialecto de su región natal y volverá a Italia,  donde comenzará sus primeras andaduras literarias en narrativa, gracias a la motivación que le inculca su mentor Luigi Capuana. Alcanzará su primer éxito con su revolucionario Il fu Matia Pascal, novela que escribe mientras ve a su mujer sumida en una enfermedad neurótica.  En este momento comenzará su carrera imparable hacía la innovación de las letras italianas, la cual solo se detendrá con su prematura muerte en 1936.
     Si en Il fu Mattia Pascal revoluciona la narrativa italiana „matando“ dos veces a su protagonista y dándole hasta tres identidades, la revolución de Uno, nessuno, centomilla no se quedará atrás y pone en práctica sus teorías sobre el relativismo de la realidad, donde somos uno, como nos presentamos, no somos nadie porque cambiamos constantemente y somos cien mil, las diferentes formas de cómo la gente nos ve. Un texto que se apoya en sus propias teorías y en las de investigaciones de la época como las de los franceses Alfred Binet y Henri Bergson y que se contrapone a las ciencias positivistas, al Darwinismo y al Naturalismo. Además, escribe de forma innovadora respecto a sus maestros: Capuana, Verga y el movimiento Naturalista. Y los deja atrás. Muy atrás. Incluso se diferenciará de otros escritores porque narran palabras y porque otros que narran ideas. Estos últimos, además, serán los mejores, y serán los más revolucionarios, literariamente hablando.
     A esta revolución le seguirán otras cientos de ellas con su proyecto de Novelle per un anno, con el cual pretendía escribir una „novella“ para cada día del año y que finalmente quedó inacabado. No obstante, la variedad de relatos que nos ofrece con situaciones tan disparatadas y diversas es considerable: perder un juicio para ganar un oficio (La patente), colocar los cerdos a un nivel por encima de la burguesía (Il signore della nave), culpar a la mujer del amante de la mujer del acusado para explicar el asesinato de esta última (La verità), cambiarle el hijo recién nacido a un mujer (Il figlio cambiato) o darle la „vida“ a un personaje mediante la contemplación de la luna (Ciaula scopre la luna), son algunos de los interminables ejemplos que se pueden extraer de sus cuentos.
     Pero las revoluciones no terminan con los relatos, las representaciones teatrales tampoco le irán a la zaga, es más, multiplicará  todo el éxito anterior hasta conseguir el Nobel en 1934. Llevará sus cuentos a las tablas y hará hasta que los personajes de sus obras busquen a su autor. Las representaciones causarán furor, repulsa y amor,  y más de una vez tendrá problemas porque sus revolucionarios textos no serán del agrado de la censura fascista. Sin embargo, como miembro del partido, podrá seguir representando su obra, escribiendo y publicando.
     Por no hablar de su revolucionario ensayo sobre el humor que dará una visión más amplia sobre este complicado tema, colocándose entre los grandes ensayistas del humorismo como Freud, Baudelaire o Bergson, gracias a su teoría del addvertimento del contrario y el sentimento del contrario, ejemplificado con obras maestras de la literatura italiana como I promessi sposi de Alessandro Manzoni, y por supuesto, a lo largo y ancho de sus cuentos, novelas y piezas teatrales.
     Su obra defendió la diversidad de voces, las clases sociales más bajas, los más desfavorecidos, criticó a las clases altas y quiso ver toda situación desde el mayor número de puntos de vista posibles, defendió a los „asesinos“ y atacó a los „justos“. Criticó las ciencias por ofrecer un campo de conocimiento estrecho y monolítico y relativizó personas y la vida, horizontal y verticalmente. Aplicó su teoría del humor en sus textos, sobre todo cuando se refería a  la burgesía. En Il fu Mattia Pascal mata la identidad de una persona, Uno, nessuno, centomila crea infinitas, los personajes buscan a su autor, Ciaula llora al ver la luna, los cerdos son inteligentes en Il signore della nave, en La patente se quiere perder un juicio para ganar algo en la vida, La verità hace que el sistema judicial caiga por el peso que le impone la narración. Ninguna de ellas nos deja apáticos. Y así, podríamos seguir con en el sin fin de sus obras, quizás hasta cien mil.
     „Cien mil“ textos atestiguan „cien mil“ revolucionarios. Un telegrama a un fascista: Eccellenza, sento che questo è per me il momento più proprio di dichiarare una fede nutrita e servita sempre in silenzio. Se l'E.V. mi stima degno di entrare nel Partito Nazionale Fascista., pregierò come massimo onore tenermi il posto del più utile e obbediente gregario. Con devozione intera. No diré nada en contra. Pero, ¿quién es Pirandello para decir esto?